Hace menos de medio siglo, la posibilidad de que las personas con necesidades accedieran al (y se mantuvieran en el) sistema educativo era algo prácticamente impensable. Los procesos de enseñanza-aprendizaje estaban basados en la memorización de una gran cantidad de teoría, relegando a un segundo plano (en el mejor de los casos) el ámbito práctico, y los métodos empleados por los docentes en sus explicaciones eran arcaicos cuanto menos. Para más inri, la concienciación respecto a que los alumnos son diferentes y requieren de una respuesta educativa específica para sus características y necesidades era mínima, si no nula.
Sin embargo, la atención a la diversidad es uno de los temas más reflexionados en el sistema educativo desde hace tiempo y es que las diferencias entre los estudiantes no son una mera teoría, son una realidad. DUA son las iniciales que corresponden al Diseño Universal para el Aprendizaje. Este diseño está sustentado en dos pilares: la coeducación y la equidad por un lado y la innovación por otro.
No hay una relación directa entre enseñar y aprender. De hecho, este proceso es muy complejo y todo lo que sea simplificar la educación implica en realidad eliminar componentes del proceso. La flexibilidad es fundamental. Al igual que existen diferentes caminos para llegar a una misma ciudad, existen diferentes itinerarios y herramientas que pueden conducir a puntos educativos similares. En el sistema educativo ni hay un usuario prototípico, ni hay una respuesta que sirva para todos los alumnos, y esto es algo que siempre debemos tener en cuenta.
Las barreras suelen estar en el planteamiento del currículum y en los materiales de los que disponemos. Debemos tener en cuenta que en las clases hay que entender a los alumnos en su contexto. Cuando los alumnos fracasan, nos están diciendo dónde tenemos que trabajar. La diversidad la vemos en las capacidades, preferencias, dificultades… Y siempre tenemos que buscar la mejora.
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